miércoles, 4 de noviembre de 2015


Combatir las falsas evidencias

Este es un artículo de despedida. Con el objetivo de incorporarme a un nuevo proyecto del diario solicité al director que aceptara mi dimisión como Defensor del Lector, anticipando el final del mandato que era en febrero del año próximo. Han sido dos años y medio en los que he ejercido mi tarea sin ningún tipo de injerencia o cortapisa por parte de la dirección y con la plena colaboración de la redacción.
El diario se dotó de esta figura en 1985, siendo el primer diario español en hacerlo. El periodismo y sus instituciones están en un proceso de profunda transformación y en este debate también se ha incluido el papel del Defensor del Lector, particularmente cuando diarios pioneros como The Washington Post han prescindido de esta figura. EL PAÍS la mantiene. Creo sinceramente que apoyar la existencia de un Defensor del Lector no es literatura gremial de supervivencia. Al margen de los inevitables errores que cometemos, y que en mi caso son exclusivamente de mi responsabilidad, esta figura puede ayudar para que los diarios mejoren la transparencia, que tanto y justamente exigen al resto de instituciones, en su propia casa. Es significativo que Tom Rosenstiel, coautor de un libro de referencia como Los elementos del periodismo, haya planteado junto a otros investigadores una profundización de los principios éticos que definen el ejercicio del periodismo. A los clásicos de acercarse a la verdad lo máximo posible, minimizar el daño (por ejemplo, sobre las víctimas de un episodio) y actuar independientemente, ha acentuado la necesidad de transparencia. La apertura del sistema informativo que ha supuesto Internet y la complejidad empresarial del mapa mediático la hacen más necesaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario